Ocurre que la interpretación moderna del término genocidio comprende la exterminación física de un determinado grupo de personas a manos de otras por motivos muy diversos, tales como las diferencias raciales, autóctonas ó religiosas, etc. En los medios de comunicación internacionales esta interpretación se infla y exagera hasta tal punto, que todos entienden el genocidio como la matanza provocada por personas malévolas que llegan y asesinan a todos sin distinguir: niños, mujeres, ancianos… Evidentemente, dichas acciones, sin duda alguna, también pertenecen a la categoría del genocidio; sin embargo, ¡no es el único modo para eliminar a las personas y a naciones enteras! Los medios de comunicación masiva actuales de todo el planeta ponen el grito en el cielo, compitiendo entre sí – quién grite más alto – de modo que, observándolos, empiezas a plantearte fortuitamente la pregunta: ¿por qué se lamentan tan desgarradoramente por los genocidios pasados – reales e inventados – ahora precisamente? Gritan sobre los genocidios recientes y lejanos, pero… ¡nadie jamás gritó, ni grita ahora, sobre el genocidio del pueblo ruso! Y eso se hace aún más extraño, conociendo las dimensiones de los anteriores genocidios ¡precisamente del pueblo ruso! Cabe recordar, que solamente durante el bautizo supuestamente “deliberado” de Rus de Kiev a la religión griega, en el año 6496, conforme la cronología ario-eslava (el año 988 d. C.), es decir, el bautizo organizado a través de Vladimir el Sangriento – el príncipe seudo-ruso – fue exterminada prácticamente toda la población adulta de los habitantes de Rus de Kiev, lo que significa ¡más del 70% de su población total! Después de semejante “obra bondadosa”, grata para Dios ¡las tierras de Rus de Kiev se quedaron vacías! Y si uno se pregunta: ¿a qué Dios podría favorecer semejante “bondad”? resultará evidente que ¡no sería al Dios que estuvo de parte de los eslavos! Más, si relacionamos dicho acontecimiento con el otro: la derrota del país parasitario fundado por los judíos – el kanato de los jázaros [Kanato de los jázaros – en el siglo VII, los jázaros fundaron un kanato independiente en el Cáucaso Norte a orillas del mar Caspio, donde con el paso del tiempo el judaísmo se convertiría en religión oficial. En su momento de máximo esplendor, ellos y sus tributarios controlaron buena parte de lo que hoy es el Sur de Rusia, Kazajistán occidental, este de Ucrania, parte importante del Cáucaso (Daguestán, Azerbaiyán, Georgia...) y Crimea – cita de Wikipedia. (NdT)] – concluida por el Príncipe Sviatosláv en el año 6472 del calendario ario-eslavo (año 964 d. C.), se verá claramente quién estuvo detrás del genocidio del pueblo ruso; qué Dios salió favorecido de ello. ¡Ese beneficiario fue el Dios judío: Yahveh (Jehová)! pues precisamente ante este Dios, se arrodillan los seguidores de la religión “griega”, la que posteriormente y de manera imperceptible, se transformó en la religión “cristiana”. El genocidio de la población rusa en el período de la “cristianización” de Rus de Kiev fue de tal magnitud, que el país casi se quedó desierto. Si antes del “bautizo” de estas tierras en el territorio de Rus de Kiev existían más de trescientas ciudades (mayor cantidad que las existentes en el resto de Europa), después de esta “benevolencia”, servida de manos del dios Yahveh (Jehová), resistieron con vida sólo la décima parte de estas ciudades. ¡Las doscientas setenta ciudades de Rus de Kiev se convirtieron en ciudades muertas! ¡Éste era el “alumbramiento” que brindó al pueblo ruso el Dios Yahveh! Pero en realidad, el bautizo fue un simple artificio para encubrir el genocidio, como resultado de la venganza por la destrucción del Estado Parasitario, fundado por los judíos a raíz del Reino Jázaro. Esa fue la venganza por arruinarles sus planes de la conquista de toda la Midgard-Tierra, concebidos entonces. Ya en aquellos tiempos, el país parasitario extendió sus factorías-tentáculos [Factorías, así es como se denominaban ciertos distritos que los judíos instalaban en las ciudades de países foráneos. Separándose voluntariamente de la población autóctona en la tierra donde estaban asentados, estas factorías defendían sus intereses comunes, principalmente los económicos, hábitos de vida y la religión (NdT)] por toda la civilización de aquella época: desde China en el Oriente hasta Inglaterra en el Occidente; desde Escandinavia en el Norte hasta Egipto en el Sur. En todas partes las factorías-tentáculos se convertían en los centros que dirigían los golpes estatales que derrocaban a los legítimos dirigentes y en cuyo lugar se colocaban marionetas, que permitían llevar a cabo los planes del sistema parasitario. Así, justamente después de destronar a la dinastía de los rusos-Merovingios, en los siglos VII-VIII d. C., en Europa comenzó imponerse activamente la religión de los esclavos, conocida hasta el siglo XII (!) como la Religión Griega. Allá donde se instauraba esta religión, los países se supeditaban al atraso y al oscurantismo, cuyo apogeo fue la inquisición en los estados católicos de la Europa Occidental. La prosperidad y la sabiduría de la época llamada “Oscura” fueron reemplazadas por la ignorancia y la simpleza de la época medieval, en la que tanto los habitantes corrientes de la Europa Occidental, como también su nobleza – prácticamente todos – ¡se convirtieron en analfabetos! En los comienzos de la Noche de Svarog, la Europa Occidental prácticamente en su totalidad se sumergió en la Oscuridad, y esta Oscuridad destinada a los pueblos europeos fue “organizada” por el Dios Yahvé (Jehová), como textualmente se dice en Tora: … 2. Porque así, la oscuridad visitará la tierra y las tinieblas cubrirán los pueblos, pero encima de ti brillará la luz de Dios, y su gloria estará contigo [“Pentateuco y Nevi′im”. Deuteronomio, Isaías, LX 2-5, 9-12, 16, 1286-1288. ISBN 5-93273-047-1]. Y efectivamente: ¡toda Europa Occidental se sumergió en las Tinieblas anunciadas a los goyim [así es como denominan los judíos a todos aquellos que no lo son. (NdT)] por el Dios Yahvé! Y sólo la indomable Rus de Kiev, encabezada por el Príncipe Sviatosláv, elimina el primer estado parasitario – el Kanato Jázaro – instaurado por los siervos-esclavos, los elegidos por el Dios Yahveh (Jehová) y gracias a esto ¡el primer proyecto “divino” que pretendía esclavizar al Midgard-Tierra fue saboteado! Poco tiempo después, el Dios Yahveh (Jehová) respondió con su “venganza”: la revolución “de color”, después de revoluciones similares ocurridas en Persia y en los países de Europa Occidental. Luego, mediante el engaño y el oro, el trono de Kiev fue ocupado por el seudo-príncipe Vladimir el Sangriento y fue entonces cuando comenzó el primer genocidio del pueblo ruso, desde la catástrofe planetaria [se refiere a la serie de cataclismos ocurridos en todo el planeta hace aproximadamente 13.000 años atrás, a consecuencia de la guerra entre el Imperio Védico de Ario-Eslavos (Gran Rassenia) y Antlania (Atlántida) cuando, debido al uso inapropiado de las fuerzas naturales, incluyendo armas nucleares, la civilización del planeta, perdiendo su infraestructura, ha caído descendiendo hasta el nivel propio de la Edad de Piedra… (NdT)]. ¡Completamente de acuerdo con lo expuesto en Tora! Pues: …. 12. Pues, aquel pueblo y aquel reino que no te servirán: morirán y estos pueblos serán exterminados [“Pentateuco y Nevi′im”. Deuteronomio, Isaías, LX 2-5, 9-12, 16, 1286-1288. ISBN 5-93273-047-1]. Así pues, la exterminación de más del 70% de habitantes de Rus de Kiev (9 de los 12 millones) corresponde más al genocidio, siguiendo al pie de la letra las exigencias del Dios Yahveh (Jehová), mientras que, ¡el “bautizo” a la religión griega sirvió de mero pretexto! Para asegurarse de que es así y no de otro modo, basta compararlo con procesos análogos en otros países europeos, en los que la “comunión” de los pueblos a la “Santa” Fe ocurrió anteriormente, sin que existan documentos ni evidencia alguna, que confirmen que durante esos “bautizos” haya sido eliminada tanta gente como en las tierras de Rus de Kiev. Por supuesto, la implantación de la religión del “amor”, de la “justicia” y de la “humildad” no pudo llevarse a cabo sin derramamiento de sangre en todos los países, pero ¡las dimensiones de la matanza que ocurrió en Rus de Kiev, no son comparables con lo que sucedió en ninguna otra parte! Para borrar las huellas de este crimen contra la humanidad, más tarde fue inventado el Yugo de los tártaro-mongoles, inexistente en realidad; el que comenzó, supuestamente, con la “conquista” de Rus de Kiev por la horda de Batu Kan (en ruso se pronuncia: Khan Batýi). Lo curioso es que muchos de los principados no sufrieron esta invasión y sus príncipes fueron partidarios del enemigo “desconocido” venido desde el Oriente. En las páginas de la Historia moderna, dichos príncipes fueron tachados de traidores y con este estigma han sido presentados a sus descendientes. La cuestión es una: ¿dónde está la verdad? La verdad es que nunca jamás en este mundo existieron los tártaro-mongoles, ni tampoco existen actualmente. La palabra mogol (que luego se transformó en mongol) procede del griego y significa “el magno”, es decir, no tiene relación alguna con la auto-denominación de algún pueblo ó nación. Mongolia, como Estado, apareció solamente en los años 30 del siglo XX cuando los bolcheviques llegaron hasta las tribus nómadas, habitantes del desierto Gobi y comunicaron a sus miembros que eran los descendientes de los grandes mongoles y que uno de sus “compatriotas”, en tiempos pasados, fundó el Gran Imperio, cosa que sorprendió y alegró a esa gente. En la actual Mongolia no existe ni una sola leyenda popular sobre aquel glorioso pasado, ni tampoco sobre el gran conquistador Gengis Kan. A propósito, Gengis Kan no es un nombre, sino el título; su nombre fue Timúr, al que se añadía respetuoso “gen” (pronunciando en ruso: chin). Gengis Kan fue un hombre de estatura alta y… ¡atención!: tenía ojos azules, piel muy blanca, vigorosa cabellera de color rojizo y una barba robusta. ¿De veras “se parece” a la descripción de un nómada bajito, de ojos negros y estrechos, piernas curvadas y etc., eso es, a un representante de la raza amarilla?! Al mismo tiempo, lo arriba mencionado es un hecho indisoluble, bien conocido por los “historiadores” contemporáneos. Y… sin embargo, en todas las películas, en todos los manuales de “Historia”, Gengis Kan se muestra como un representante de la raza amarilla, ó, como la llaman hoy en día: raza mongoloide. De ahí surge una pregunta muy sencilla: ¿quién y por qué necesita esta falsificación? Obviamente, no podrían haberlo hecho aquellas personas, cuyas almas se enardecen por preservar la memoria del glorioso pasado del pueblo ruso ¡sólo los enemigos! Mientras que la horda (esta palabra en ruso arcaico se empleaba para determinar al ejército, regimiento) que vino en más de un 70 % (!) fue compuesto por los rusos. Al mismo tiempo, la población de Gran Tartaria, como llamaban a este país en el Occidente ó de Asia Magna, ó Gran Rassenia – nombres puestos por nuestros antepasados – en un 70-80 % fueron los eslavos. El otro 20-30% de la población se formaba de las múltiples pequeñas naciones del Imperio Védico Ario-Eslavo en cuyas tierras vivían. Entre estas pequeñas naciones también se encontraban tribus turquitas, a los que nuestros antepasados ofrecieron refugio, después que estas tribus empezaron a ser perseguidas y exterminadas en su Patria, dentro de los límites de la China Antigua: pero éste es otro tema aparte. Así por un lado, en propiedad Gengis Kan fue ruso; por el otro, la aplastante mayoría de su horda eran los ario-eslavos. Las tierras de lo que se conoce como Rus de Kiev se separaron del Imperio Védico, en el límite de los siglos IX y X d.C., cuando los traidores rusos-varegos Askold y Dir, los príncipes negros, apoyados por sus discípulos, usurparon el poder en Kiev. Por eso, la mencionada horda de los rusos llegó para restaurar las antiguas tradiciones y no permitir la penetración del parasitismo a las tierras rusas. Ellos eliminaron sólo a los príncipes que traicionaron a su pueblo, a las tradiciones de antepasados ¡y nada más! Evidentemente, tuvieron lugar las batallas y moría gente en esta guerra de carácter civil entre aquellos rusos que quedaron fieles a la tradición védica y aquellos que se convirtieron ya en los esclavos de la religión griega. Pero una vez más, nuestros progenitores cometieron un error: el principio de tolerancia hacia cualquier creencia o religión se convirtió en aquel “talón de Aquiles” del que se han aprovechado los parásitos sociales. ¡Sus cálculos fueron impecables! A ellos no les importaba si algunos de sus protegidos eran destruidos, para ellos lo importante era que el arma social que habían creado – la religión de los esclavos espirituales – se instaurase en las tierras de la Raza Blanca. Además, lo ocurrido en el territorio de la Europa Occidental les daba esperanzas, de que todo funcionaría no solamente en las tierras pobladas en general por los descendientes de los exiliados, sino también en las tierras de los mismos goyim. Realmente, los exiliados siempre nacían en el entorno de los goyim pero durante la Noche de Svarog, la proporción de los exiliados aumentaba constantemente. ¡Justamente con eso contaban los parásitos sociales! En el ambiente védico no hubo lugar para quienes violaban sus principios y ellos eran desterrados, mientras que la religión de los siervos les brindaba la oportunidad de convertirse en lo que se llama quinta columna dentro del propio pueblo. Únicamente quedaba por organizar la ayuda económica y la protección desde el extranjero para dichas personas, mediante la religión del espíritu esclavizado inventada por los parásitos sociales. ¡Y asunto resuelto! Precisamente de este modo, en el siglo IV d.C. los parásitos sociales lograron apartar del Imperio Védico de Eslavos y Arios un “trozo” bastante grande, cuando Constantino aceptó convertir el culto de Osiris-Attis-Adonis-Dionisio-Cristo en la religión estatal, a cambio del apoyo necesario para usurpar el poder. Así nació Romea, como la llamaban nuestros progenitores; su otro nombre, bien conocido para la mayoría, fue el Imperio Bizancio. Constantino recibió en sus manos el poder absoluto; los sumos sacerdotes alcanzaron la religión de los siervos espirituales, la que dentro de los límites de dicho Imperio comenzó a llamarse como culto de Dionisio ó la religión “griega”. Seis siglos después, esta arma social, ya con el nombre de la religión griega penetró a las tierras conocidas como Rus de Kiev en el año 998 d.C., ó, mejor dicho: en el año 6498 desde la firma del Tratado Pacífico, es decir, cuando empezó la Noche de Svarog. De este modo, la horda (ejército) del Imperio Védico liberó las tierras rusas del poder laico incipiente, pero no modificó el foco principal de la infección: la religión foránea. Los sacerdotes griegos y sus partícipes no fueron eliminados, ni siquiera desterrados de las tierras rusas. En consecuencia, el problema no concluyó aquí, sino fue solamente el principio y este principio, fue muy desfavorable para el pueblo ruso. Antes de continuar la relación de genocidios que sufrió el pueblo ruso, también me gustaría revelar el genocidio de rusos occidentales, del que casi nadie habla aunque se trata de etnias rusas que hablaban lengua rusa, honraron a sus antepasados de la misma forma que los habitantes de las tierras de Rus de Kiev. El total silencio sobre esta matanza en las páginas de la Historia, o – mejor dicho, la falsa historia de Rusia – se debe a que ésta fue escrita por los alemanes, los judíos ¡por todos los que se ofrecían, menos por la gente de espíritu ruso! Pues llegó también la hora de esclarecer esta página negra de nuestro pasado… En los tiempos conocidos como medievales, las coaliciones de las tribus de veletes y venedos (ó vénetos) ocupaban territorios de Europa Central y el litoral meridional del Mar Ruso (actualmente llamado Báltico). En el siglo VII d.C., las tierras de dichas coaliciones de rusos occidentales se convirtieron en objeto de pretensiones para las tribus germánicas, pero en las batallas militares dichas tribus siempre fueron derrotadas. Entonces, jerarcas de las tribus germánicas establecidas en Galia; así como los sacerdotes de la mencionada religión de los esclavos espirituales, ansiosos por apoderarse de estas tierras, empleando el engaño, el fraude y otras falsedades, empezaron a enfrentar ambos linajes eslavos entre sí. Al mismo tiempo, los germanos en algunas ocasiones respaldaban a una de las partes confrontadas; en otros momentos, apoyaban a la otra parte de los eslavos occidentales. Como consecuencia de estas guerras fratricidas, a finales del siglo IX y a principios del siglo X, ambas familias eslavas fueron debilitadas hasta tal punto, que sus supuestos “amigos” se adentraron en sus territorios y exterminaron prácticamente a todos los venedos y a la mayor parte de los veletos, conocidos también con el nombre de eslavos polabios (polabos). En esta sanguinaria matanza – que fue un auténtico genocidio – fueron eliminados cientos de miles de mujeres, ancianos y niños. ¡Y todos ellos eran rusos! Hasta nuestros días sobrevivió sólo una parte de veletos (en ruso, lyú-ti-chi), que posteriormente empezaron a llamarse litos y más tarde, lituanos. Después de lo ocurrido, muchas ciudades rusas se transformaron en poblaciones germánicas. Por ejemplo, la ciudad rusa Berlo se convirtió en Berlín alemana y etc [De mismo modo, la ciudad eslava Branibor se transformó en Brandeburgo (Brandenburg); Lipsk en Leipizig; Drozdiany en Dresde (Dresden); Dobresol en Galle; Vedegosh en Volgast; Korenitsa en Graz; Mikulin Bor en Kecklenburg, etc. (NdT)]. Hoy en día, pocas personas saben que “ber” es una palabra auténticamente rusa y es una de las varias denominaciones del animal veros, cuyo otro nombre es “medvéd” [Medved – en ruso, oso – literalmente se traduce como “el que miel conoce” (NdT)]. Luego, de ambos vocablos, a la palabra “ber” dejaron de utilizarla por alguna razón “extraña”, a partir de entonces sustituyéndola siempre por el término “medvéd”. Aparentemente, la misión fue cumplida… Sin embargo, les resultó imposible hacer el cambio a todo el sistema: ¡a la madriguera del oso en ruso contemporáneo se le llama berloga! ¡Berloga – lógovo (madriguera) bera (del oso)! Así, hasta nuestros días el lugar de hibernación del ber ó medvéd se llama berloga. Lo más curioso de este hecho, es que nadie se da cuenta de esta incoherencia: el medvéd hiberna dentro de berloga… Pero, siguiendo la lógica lingüística y normas de formación de las palabras: ¿por qué no lo hace dentro de medved-loga? Es que al leer la palabra “medvedloga” es obvia la respuesta… Precisamente por esta razón y hasta nuestros días, los rusos dicen berloga porque esta palabra armoniza con la lengua rusa. La historia contemporánea guarda un “parco” silencio con relación al genocidio de los venedos y veletes realizado por los germánicos. No es de extrañar, puesto que precisamente los alemanes escribieron el origen de la Historia de Rusia, ellos no se apresuraron en poner en evidencia sus sangrientas acciones. De igual modo, fueron exterminados los sármatas de Normandía, etc.; nadie se refiere a estos cruentos crímenes del pasado, en los que tribus enteras de eslavo-rusos fueron exterminadas por completo. Mientras tanto, sobre las tierras eslavo-rusas de Europa Central y Occidental ni siquiera se hace mención alguna, aunque hasta hoy en día por todas partes los arqueólogos encuentran precisamente huellas de la civilización eslava… siempre que excavan un poquito más. Los eslavos jamás mataban a mujeres, críos y ancianos ni siquiera de los enemigos que se adentraban en las tierras rusas ¡se eliminaban solamente aquellos que llegaban armados! Por supuesto, también aparecían algunos degenerados entre los eslavos, pero de esos siempre había pocos. Es que estos engendros fueron casos excepcionales en el ambiente védico de los eslavos y precisamente esta gente se expulsaba de la sociedad ario-eslava, ampliándose las agrupaciones de exiliados y marginados. ¡Ni una sola etnia que vivió en tierras rusas fue exterminada por el pueblo ruso! Sin embargo, dirigentes extranjeros de distintas épocas en la historia de nuestra Patria, han derramado ríos de sangre rusa en estas tierras, a la vez que ¡en el resto del mundo dichas tragedias se observaban con una tranquilidad absoluta! Curiosamente, nadie jamás se escandalizó con relación al genocidio de la nación rusa. En fin, ¡es un objeto de estudio muy interesante: la Historia Contemporánea de Rusia! En las páginas de ésta, por ejemplo, Iván IV (El Terrible), el que hizo bastante para fortalecer su país y ampliar sus fronteras, es tachado de cruel y déspota porque durante su mandato fueron ejecutadas quince mil personas. Al mismo tiempo, a Pedro I lo bautizan como “El Grande” sólo por recuperar los territorios perdidos durante los Tiempos Turbios, aunque a lo largo de sus 53 años de vida (1.672-1.725) y 43 años de gobierno, la población del país ¡disminuyó en dos millones de súbditos de los dieciocho millones! Hablando de otro modo, en el momento de su muerte en el territorio del país habitaban dieciséis millones de personas. Les parece ¿qué importancia tiene? Bueno, pues que disminuyó la población en dos millones y eso es todo. Pues, ¡el caso es que no es todo! La cuestión es cómo interpretar y presentar la información. La disminución de los súbditos en el país en dos millones de personas durante el mandato de Pedro Alekséevich Romanóv es un hecho constatado; la cantidad de por sí es enorme para aquellos tiempos, aun así ninguno de los “historiadores” se dan cuenta de esto por alguna extraña razón. Ahora todos comprenderemos los motivos por los que nuestros “historiadores” ignoran este hecho. En primer lugar, en las tierras recuperadas por Pedro I habitaba mucha gente. En general, éstos fueron eslavos, lo que significa, que ¡la asimilación de estos territorios aumentó la cantidad de súbditos del Estado! Es decir, que ¡a los dieciocho millones de súbditos se sumaron al menos algunos millones más! Evidentemente, se ha de tener en cuenta las pérdidas humanas sufridas en estas guerras; así como las personas que murieron por causas naturales durante los 43 años del gobierno de Pedro I. Aun así, en las tierras incorporadas vivían más de dos millones de personas, así que la población al menos no debería disminuir. En segundo lugar, en aquellos tiempos en las familias campesinas (y no solamente en ellas) era habitual tener entre diez y doce críos, de los cuales hasta la edad adulta sobrevivían de seis a ocho niños. Por tanto, durante los cuarenta y tres años del gobierno de Pedro I nacieron dos generaciones; teniendo en cuenta el crecimiento natural de la población, ¡ésta tuvo que aumentar en dos veces como mínimo! Considerando lo expuesto, en el momento de morirse Pedro I deberían existir al menos treinta y seis millones de súbditos más la población de los territorios recuperados, como mínimo cuarenta millones de personas (!); en realidad, en aquel momento quedaban ¡solamente dieciséis millones de súbditos! De modo que la pérdida real de habitantes en el país durante el mandato de Pedro I ó mejor dicho – seudo-Pedro – fue: cuarenta millones, restando dieciséis millones ¡igual a veinticuatro millones! Resulta que a lo largo del gobierno de Pedro I ¡La Tartaria Moscovita perdió veinte millones de sus súbditos! Es lo que de verdad se esconde tras un modesto comunicado que informa que durante la época de Pedro I la población del estado se disminuyó de los dieciocho millones hasta los dieciséis… ¡Es eso lo que significa en realidad la frase que la población del país se redujo en dos millones de habitantes! ¡Un truco muy audaz para esconder la situación real de las cosas! Pero continuemos… Al regresar a Moscú desde su Gran Embajada, donde el auténtico Pedro fue sustituido por un doble poco acertado, este último emprende una labor muy activa y claramente perjudicial para los intereses del pueblo ruso. Seudo-Pedro introdujo en las tierras de la Tartaria Moscovita el Calendario de Juliano y, en consecuencia, el año 7.208 de la cronología ario-eslava se transformó en el año 1.700 después de Cristo. Desde el año 1.700 hasta 1.725, la población de la Tartaria Moscovita perdió aproximadamente veinte millones de habitantes, el país empobreció considerablemente y perdió veinte millones de personas… No se parece mucho a la prosperidad de un pueblo, al que seudo-Pedro despreciaba abiertamente, lo que manifiestan sus propias frases “célebres”. Una de estas frases es lo suficientemente elocuente como para reflejar correctamente su sentir por el pueblo ruso: “Con los demás pueblos europeos se puede conseguir un propósito mediante formas filantrópicas; con los rusos es imposible… Yo no trato con personas, sino con animales a los que quiero transformar en personas…” ¡Qué “halago” para su propio pueblo! Pero a este hombre: al que despreciaba y odiaba a la gente de su país; al que exterminó, como mínimo, a veinte millones de sus habitantes, los autores de la historia “rusa” ¡le nombran “El Grande”! Mientras que a Iván IV, al que realmente hizo muchas cosas para fortalecer y ampliar el Estado y ejecutó quince mil de personas – en su mayoría, de la Nobleza y en general, auténticos traidores de los intereses de su nación ó simplemente sobornados –, los mismos “patriarcas” de la “historia” rusa – prácticamente todos alemanes, holandeses, etc. – ¡lo declaran como a un déspota cruel, el terrible! Por un lado, el exterminio de los veinte millones es algo “normal”; por el otro – la ejecución de los quince mil – es “obra del psicópata” Iván IV que mata a su propio hijo por traicionarle a él y a los intereses estatales y dicha acción se declara como un “acto del déspota demente”. El Falso Pedro asesina al hijo del verdadero Pedro I y a su mujer, Eudoxia Lopukhiná; en este caso… ¡nadie califica este asesinato como obra de un demente!, justificándolo con razones políticas; supuestamente, el príncipe-“traidor” Aleksei mantenía relaciones con los turcos. Como otro dato curioso: a “su” mujer, hija del noble boyardo Fiodor Lopukhín, el Falso Pedro ordenó recluirla en el convento inmediatamente después de su regreso de la Gran Embajada; jamás, ni una sola vez, visitó a la madre de su heredero. Semejante conducta, propia de una persona que teme ser desenmascarada, constituye un argumento contundente que avala lo sucedido al suplantar al auténtico Pedro por un impostor. Visto desde esta perspectiva, el asesinato del príncipe Alekséi tiene motivos completamente distintos a la versión “oficial”. El Falso Pedro no deseaba que su trono pasara al hijo del otro hombre, como lo dictaba la tradición. A favor de esta suposición, también habla el hecho de que el Falso Pedro reformó la ley de sucesión. Como consecuencia de esta reforma, quedaron sin derecho al trono tanto el príncipe-“traidor” Alekséi como también el hijo de éste, Pedro Alekséevich. En 1725, después de la muerte del Falso Pedro, asciende al trono de Moscovia, su mujer Catarina I, cuya procedencia es bastante conocida y no tiene relación alguna con el trono de la provincia moscovita. ¡Qué criterios más extraños siguen los “historiadores” de Rusia! El exterminio de más de veinte millones de personas rusas, la decadencia del país, la introducción del régimen de servidumbre, el asesinato del príncipe heredero, etc., todo llevado a cabo por el Falso Pedro, al que proclaman como “grande”, acciones del “gran” regente. A la vez, estos mismos “historiadores” presentan a Iván IV como un déspota cruel y demente, por ejecutar a quince mil hombres y matar a su descendiente. En ambos casos tenemos el asesinato del hijo, heredero legítimo al trono. Pero, en uno de ellos, dicho suceso se justifica con una supuesta necesidad política e intereses estatales superiores; en el otro, se declara como el acto de un loco. En uno de los casos, el exterminio de más de veinte millones de habitantes de nuevo se justifica como una necesidad inevitable; en el otro, la eliminación de quince mil (habitantes) – en su mayoría enemigos internos y probados traidores – de nuevo es interpretada como el autoritarismo de un psicópata. Pero todo empieza a tener sentido si analizamos ¿a quién y cómo favorecía la actividad del Falso Pedro? y al mismo tiempo, ¿a quién y por qué importunaban las acciones de Iván IV? De un modo o de otro, las acciones de Iván IV estuvieron encaminadas a fortalecer el estado ruso, mientras que las medidas dictadas por el Falso Pedro fortalecieron a Europa Occidental y a los dueños de ésta, debilitando a la vez, a la nación rusa. Aquí es donde reside la causa de las interpretaciones tan opuestas que dan los “historiadores” a sucesos similares de esos personajes históricos. Derrotando al ejército sueco, el Falso Pedro garantizó un importante fortalecimiento de los países de Europa Occidental; debilitando, al mismo tiempo, considerablemente al principado moscovita. Las reformas del Falso Pedro dieron inicio al atraso económico de Moscovia que pronto, empezó a manifestarse en el transcurso de la Guerra Ruso-Turca, llegando hasta la segunda mitad del siglo XVIII. Resulta entonces, que los historiadores “rusos” encumbran al Falso Pedro precisamente por esto: ¡Por el genocidio del pueblo ruso! ¡Por el declive económico del país! ¡Por instaurar un organismo social decadente, cuyo modelo (la servidumbre) ya fue rechazado en toda Europa Occidental… La “ventana” que el Falso Pedro “abrió” a Europa ni en lo más mínimo devolvió al estado ruso aquel dominio marítimo que era todavía innegable en tierras europeas, en el siglo X d.C. En los tiempos llamados “Oscuros”, todo el mar Báltico se apellidaba mar Ruso y era controlado completamente por comerciantes rusos y protegido por sus naves militares; exactamente igual ocurría con el mar Negro y con el mar Mediterráneo. Por eso, la ventana “abierta” por el Falso Pedro era una mínima parte de lo que antes perteneció al pueblo ruso en territorios europeos y que se perdió al imponer a los rusos la religión griega. Indudablemente, esta mínima parte es mejor que nada, pero… ¡¿a qué precio esto fue conseguido?! Además, la Tartaria Moscovita (la Rusia de Pedro) no se aprovechó de su victoria en la guerra contra los suecos; sin embargo, a lo grande se lucraron de ésta los países de Europa Occidental, que sólo esperaron pacientemente a que cayesen en sus manos los dulces frutos de la victoria armada de los hombres rusos, lavada generosamente con la sangre derramada. Realmente, sorprendente tendencia reflejan estos historiadores “rusos”: ¡todo aquello que en algún momento ocasionó el exterminio del pueblo ruso, su opresión, la corrupción de la unidad nacional, etc., lo presentan como “Grandes Obras”! Al mismo tiempo, ¡terribles perversidades realizadas contra el pueblo ruso se elevan al rango de acciones heroicas y son canonizadas!, al Vladimiro I de Kiev, “el Bautista de Rus” – Vladimir Sangriento – tanto los historiadores, como los sacerdotes “rusos” ¡lo ascendieron a “Héroe Nacional” y a Santo!; lo mismo sucede con el Falso Pedro. Sólo queda preguntar: ¿Exactamente de qué pueblo “héroes nacionales” y “santos” son estos personajes? La respuesta es obvia: ¡de cualquier otro pueblo, menos del ruso! Vladimir el Sangriento era judío a toda regla; el Falso Pedro fue el protegido del Vaticano. Historiadores “rusos” ocultaron el hecho de que el Imperio Ruso Védico (Gran Tartaria) fue absorbido por una de sus provincias – Tartaria Moscovita – después de que la última ganase en la guerra civil de 1772-1775. Esta guerra fratricida “entró” en las páginas de la “Historia” Moderna como una rebelión popular promovida por Yemelián Pugachóv, derrotada por el ejército de Catalina II. No existen datos exactos de las vidas humanas que se perdieron en esta guerra fratricida, sobre todo, lo que se refiere a las víctimas por parte del Imperio Védico Ruso, aunque cuando la nueva dinastía de regentes venció a la vieja dinastía, las milicias de Catarina II “segaron” a conciencia estos territorios, sobre todo, las poblaciones cosacas, Aleksandr Pushkin trató de levantar el telón del misterio que cubre este asunto en su novela “La hija de capitán”. Sin embargo, el segundo tomo de este libro jamás salió a la luz. Probablemente, su autor no se atrevió a contar a la gente toda la verdad que él había descubierto durante sus viajes a Siberia. También hace pensar, si realmente la defensa del honor de su esposa fue el verdadero motivo de su muerte en el duelo; seguramente, si no encontrase éste, podrían inventarse decenas de motivos similares con el mismo resultado. Tal vez, lo que había descubierto se convirtió en su sentencia de muerte. Tampoco, el siglo XIX se considera una excepción. El primer cuarto de este siglo está marcado por la Guerra Patria del 1812; a principios de un nuevo siglo, en el horizonte europeo nace una inesperada y deslumbrante estrella, Napoleón Bonaparte. Este nativo de la isla de Córcega fue dotado de muchas habilidades, de talento, pero aún más de grandes ambiciones, mientras que sus bolsillos estaban completamente vacíos… De repente y como por arte de magia, aparecen finanzas prácticamente ilimitadas y gracias a eso, además de sus genialidades, en 1804 Napoleón se convierte en el Emperador de Francia. ¡No está nada mal para el descendiente de una humilde familia corsa! Pero queda un misterio: ¿Quién estuvo detrás de él? ¿Quién le brindó el trono de Francia? Aunque “el misterio” es sólo a primera vista… Napoleón reúne un ejército de quinientos mil soldados franceses y comienza su conquista de Europa. En el año 1812, a sus pies cayó prácticamente todo el viejo continente y el triunfador… dirige su mirada hacia Rusia. Y su inmenso cuerpo armado, al que también se unieron los soldados de los países sometidos, irrumpió en las tierras rusas. Este ejército se dirigió, arrasando todo a su paso, por el camino de Smolensk hasta Moscú y entró en la vieja capital abandonada por las fuerzas rusas, pero… muy pronto regresó por el mismo camino de Smolensk, pero esta vez arruinados, por donde transitó con sus tropas francesas. En consecuencia, el ejército ruso, después de vencer en célebres victorias, el día 19 de marzo (31, según estilo antiguo) de 1814 entró a París. Es evidente que ocurrieron batallas en dicho recorrido y que este camino fue cubierto de la sangre de soldados rusos; Rusia perdió 210 000 soldados, mientras que las pérdidas totales fueron de 550 000 personas, aunque se sospecha que estos datos no son completos. Mientras tanto, la Guerra Patria no fue la única del siglo XIX; éste fue un período de muchas guerras, el conjunto de las pérdidas del pueblo ruso fue más que considerable. Reafirmando, el triunfo sobre Napoleón, en primer lugar es el triunfo del pueblo ruso, por mucho que los políticos occidentales pretendiesen unirse a esta victoria del ejército ruso. De no ocurrir la derrota del ejército de Napoleón, compuesto por 450 000 soldados (¡de los cuales sólo poco más de 200 000 eran los franceses!), Europa formaría parte del Imperio de Napoleón… con todas las consecuencias pertinentes. En la campaña militar contra Rusia participaron 30 000 combatientes del cuerpo austriaco, 20 000 del cuerpo prusiano; los alemanes, los italianos, los polacos, los holandeses… ¡Incluso los españoles, movilizados forzosamente! Es muy significativo que a la fuerza fueran movilizados solamente los españoles, esto significa ¡que los alemanes, los prusianos, los austriacos, los italianos, los polacos y los holandeses, que todos ellos participaron en el ataque contra Rusia deliberadamente! Así que esto fue una auténtica campaña militar de países de Europa Occidental contra Rusia, pero a pesar de ello, Rusia salió vencedora de esta guerra , aunque… los frutos de esta victoria fueron aprovechados por todos los países… excepto por la propia Rusia. Inglaterra, amenazando con iniciar una nueva guerra, usurpó el Archipiélago de Malta, que debería pasar a Rusia al desintegrarse el Imperio de Napoleón. Pero incluso, a pesar de apropiarse de las islas maltesas, Inglaterra no se detuvo y brindo su apoyo a Turquía durante las posteriores guerras ruso-turcas. Luego, cuando Turquía fue prácticamente derrotada y Constantinopla ya estaba a punto de rendirse ante el ejército ruso, Inglaterra intervino de nuevo, advirtiendo que emprendería acciones militares, si Rusia completaba la derrota del Imperio Otomano. Por tanto, en primer lugar los ingleses, se aprovecharon de la victoria del ejército ruso sobre Napoleón. Les favoreció que éste dirigiese su mirada al este, a Rusia, en lugar de cruzar el canal de la Mancha y tomar precisamente a Inglaterra porque justamente ese era el plan. Entre Napoleón y Pablo I fueron firmados acuerdos mutuos al respecto, pero… Pablo I muere “repentinamente” como consecuencia del golpe estatal, en el que participa su hijo mayor, Alejandro I, el que, aparte de otras cosas, se convirtió en parricida. Dicho golpe estatal resultó muy beneficioso para Inglaterra; la alianza entre Rusia y Francia se quebrantó inmediatamente y Napoleón dirigió su ejército hacia Rusia en lugar de Inglaterra. Así que, está muy claro quién se preocupó del asunto, estando detrás del golpe estatal y del asesinato de Pablo I. Una vez más, igual que en los tiempos del Falso Pedro, cuando los países de Europa Occidental y en primer lugar, Inglaterra fueron beneficiados por las victorias del ejército ruso; también en el siglo siguiente, la victoria del ejército ruso sobre Napoleón fue aprovechada primeramente por Inglaterra. Si en el siglo dieciocho esto fue posible después de suplantar al auténtico Pedro I durante su Gran Embajada por un impostor, en el siglo diecinueve algo semejante pudo realizarse organizado por Inglaterra, después de llevarse a cabo el golpe de Estado y el asesinato de Pablo I. Pero todo eso fue nada más que el comienzo. El verdadero jolgorio de las Fuerzas Oscuras esperaba al Imperio Ruso en el siglo XX. El siglo XX se convirtió en el siglo sangriento para el pueblo ruso. Por supuesto, la bestialidad de este siglo también afectó a otras etnias del Imperio Ruso, pero el golpe principal cayó en tres naciones hermanas de eslavos: los rusos, los ucranianos y los bielorrusos. El ensayo de la diabólica obra comenzó desatándose la Guerra Ruso-Japonesa; muchos saben que esta guerra empezó el 8 de febrero de 1904 con el ataque de los japoneses a Puerto Arthur y terminó el 27 de julio de 1905. Pero el hecho de que, para la ejecución de esta guerra el millonario americano Jacob Schiff concedió a Japón doscientos millones de dólares americanos, sólo lo conocen muy pocas personas. También son pocos los que saben, que Japón fue prácticamente vencido porque a la frontera entre Rusia y Japón habían llegado refuerzos, mientras que durante prácticamente todo el tiempo de guerra allí luchó únicamente su regimiento. En cuanto la situación se tornó crítica para los japoneses, Jacob Schiff intervino nuevamente, organizando en Moscú y otras ciudades de Rusia europea la Primera Revolución “Rusa” de 1905-1907. El agente de Jacob Schiff , Sergéi Witte – miembro del Consejo Estatal y ex-Ministro de Finanzas del Imperio Ruso – logró convencer a Nikolai II para firmar un tratado pacífico vergonzoso para Rusia, justo en el momento en que Japón estaba a punto de ser derrotado, a pesar de la ayuda económica brindada por Jacob Schiff. El argumento decisivo al que apeló Witte en su convencimiento, fue precisamente la Primera Revolución “Rusa” con lo que logró acobardar al Emperador, indeciso y poco hábil en las cuestiones geopolíticas. La factible derrota de Japón permitió que el Imperio Ruso no fuera arrastrado a una prolongada guerra en el Oriente, perjudicial en todos los aspectos. Aun así, Jacob Schiff y Cía. no se tranquilizaron – al contrario – se preocuparon todavía más, sobre todo después de iniciarse en el Imperio Ruso un sorprendente crecimiento económico justamente al terminar la Guerra Ruso-Japonesa. Así fue que, en 1914 el Imperio Ruso fue involucrado en una nueva guerra que se convirtió en la Primera Guerra Mundial del siglo XX; de nuevo Jacob Schiff y Cía., esta vez detrás del asesinato del Príncipe heredero del Imperio Austro-Húngaro, ocurrido en Serbia. Dicha Guerra Mundial, a la que fue empujado el Imperio Ruso, paulatinamente desembocó, primeramente en la Revolución de febrero de 1917; luego, en la Segunda Revolución “Rusa”, para cuyo fin Jacob Schiff “donó” generosamente doscientos millones de dólares, designando como el vigilante de este dinero a su pariente lejano, Lev Davidovich (Leiba Bronshtein). Antes de la Primera Guerra Mundial, en el Imperio Ruso residían ciento treinta millones de personas. Para hacernos una idea: en China, al mismo tiempo habitaban sólo cien millones de habitantes. Después de la Primera Guerra Mundial, de la Revolución y de la Guerra Civil en la Rusia soviética sólo quedaron cien millones de personas. En lugar de producirse el crecimiento de la población, ésta disminuyó de forma considerable, por lo que en los en nuevos “tiempos tumultuosos” de su historia, Rusia perdió treinta millones de personas. Aunque estos fueron tan sólo víctimas directas porque nadie contó, cuántos hijos no nacieron de estos treinta millones; luego, los hijos de estos hijos, etc. La mayor parte de estos treinta millones de víctimas fueron eslavos – la terna étnica – rusos, ucranianos y bielorrusos. ¡Los bolcheviques-Bundistas, que usurparon el gobierno del país mediante el dinero de Jacob Schiff, exterminaron prácticamente en su totalidad a la Aristocracia Rusa, la Nobleza Rusa, la Oficialidad Rusa, cuerpo de los Mercantes Rusos, institución de los Industriales Rusos! Ellos exterminaron la flor de la Nación, las personas más representativas del pueblo ruso; así como de otros pueblos autóctonos del Imperio Ruso. Al pie de la letra siguiendo las prescripciones de Tora, por: 11. …que el rey daba facultad a los judíos que estaban en todas las ciudades, para que se reuniesen y estuviesen a la defensa de su vida, listos a destruir, matar, y acabar con toda fuerza del pueblo o provincia que viniese contra ellos, aun sus niños y mujeres, y apoderarse de sus bienes… [ Antiguo Testamento. Ester. Capítulo 8. Rehabilitación de los judíos.] Al mismo tiempo, estos portadores del futuro “justo” ni siquiera ocultaban, exactamente qué “justicia” estaban “proporcionando” al pueblo ruso y otros pueblos autóctonos del Imperio Ruso: “Debemos transformar a Rusia en un desierto poblado de negreros blancos, a los que enseñaremos una tiranía tal, con la que jamás soñaron los más crueles déspotas del Oriente. La diferencia sólo residirá en que esta tiranía no surgirá de la derecha, sino de la izquierda y no será blanca, sino roja. Porque derramaremos tantos ríos de sangre, ante los que se estremecerán y palidecerán todas las pérdidas humanas de guerras imperiales. Los banqueros más importantes de ultramar trabajarán con nosotros en un contacto más estrecho. Si ganáramos la Revolución, aplastaremos a Rusia, y entonces, encima de sus fúnebres escombros alzaremos el poder del sionismo, convirtiéndonos en la fuerza, ante la cual se arrodille el mundo entero. ¡Nosotros enseñaremos lo que es auténtico poder! Por medio del terror, de baños de sangre, conduciremos a la inteligencia Rusa hasta su idiotismo absoluto, hasta que alcance la condición animal… Mientras tanto, nuestros jóvenes vestidos con cazadoras de cuero: hijos de relojeros de Odessa, Gómel, Vinnitsa, - ¡oh, de qué modo tan admirable y espléndido saben ellos detestar todo lo ruso! ¡Con qué disfrute exterminan a la inteligencia rusa: los oficiales, los ingenieros, los profesores, los académicos, los escritores!…” Jefe y Fundador de la Guardia Roja – luego – el Ejército Rojo, Comisario del pueblo para asuntos marítimos y militares, Presidente del Consejo Militar Revolucionario, Leiba Davidovich Bronshtein (Trotsky) [A. Smirnov “Atamanes de los cosacos”, St. Petersburgo, Editorial “Neva”, 2002] Estas palabras de Leiba – del principal delegado de Jacob Schiff, el cliente que encargó la Revolución “Rusa” – ponen en evidencia el propósito esencial que perseguían exactamente los “patrones” del destino del pueblo ruso y otros pueblos autóctonos del Imperio Ruso; lo más infausto es que, sus palabras coincidían con sus acciones. Así, cuando el 20 de junio de 1918 el judío Leoníd Iaokímovich Kanégeiser mató en Petersburgo al judío Moiséi Solomónovich Uritski, otro judío, Vladímir Ilich Lenin (Blank) anunció el Terror Rojo en Rusia. En consecuencia… ¡por el asesinato del judío Moisés Uritski fueron fusilados cien mil oficiales rusos! aunque eso fue sólo el principio. ¿No es extraño? Un judío mata a otro judío, pero por ello ¡ejecutan a cien mil oficiales rusos!, ¡no cien mil judíos, sino justamente cien mil oficiales rusos! ¡Es una “lógica” bastante pervertida, si es que se encuentra lógica alguna en acciones de estos degenerados! En realidad, esos “libertadores” del pueblo ruso sólo necesitaban un motivo detonante para comenzar el exterminio de la flor y nata de la nación del Imperio Ruso. ¡Y este motivo apareció! No les importaba quién mató a uno de los déspotas sangrientos de la Revolución, sino el asesinato en sí y, principalmente, dirigir la propaganda en la dirección adecuada. El asesinato de Moisés Uritski, el “combatiente” por la libertad del pueblo ruso, se declara como artimaña de contrarrevolucionarios y… la máquina estaba puesta en marcha. Los cien miles de oficiales rusos fueron puestos contra la pared, pero ¡el “Terror Rojo” contra el pueblo ruso y su élite no hacía más que empezar! Como resultado, fueron exterminadas millones de personas completamente ajenas tanto a la revolución, como a la contrarrevolución. Este fue el exterminio de la flor de la nación, de los mejores representantes del pueblo ruso y otras naciones autóctonas. ¡Precisamente durante la Guerra Civil, con la bendición del “abuelito” Lenin y Lázar Kaganóvich fueron construidos campos de la muerte, donde se eliminaban a todas las clases sociales, excepto los campesinos y la clase obrera! Pero ésta fue la primera etapa del genocidio, cuando los bolcheviques-bundistas “ajustaron las cuentas” con los “precursores”, los campesinos se convirtieron en su siguiente objetivo. Ya no fue necesario el estímulo temporal para los campesinos, que consistió en la retribución a cada familia campesina de tierra en cantidad proporcional a la del número de sus miembros. Ofreciendo la tierra a los campesinos, los bolcheviques recibieron su apoyo en la Guerra Civil. ¡Sin el apoyo de esta masa, que constituía la mayor parte de la población en el Imperio Ruso, los bolcheviques-bundistas jamás saldrían vencedores de esta guerra! Pero ahora: “¡cuando el moro cumplió su cometido: el moro puede marcharse!” En el lugar del “moro” estaba el campesinado del Imperio Ruso; a principios de los años 30, finales de los años 20 comenzó el proceso de colectivización, cuya implantación fue decidida en el XV Congreso del Partido Comunista (bolchevique) en el 1927. La propuesta para crear granjas “voluntarias” de explotación colectiva nuevamente procedía del camarada Lázar Kaganovich. No obstante, los campesinos “de modo extraño” no se precipitaban a la esclavitud socialista y no tenían prisa por devolver la tierra que en tan poco tiempo había pasado a ser de su propiedad. Entonces, el nuevo gobierno decidió estimular su “sensatez” social. Así, cinco millones de las más poderosas haciendas campesinas fueron declaradas como “kulaks” [Palabra "kulak" se traduce ruso como puño, fue un término despectivo usado en el lenguaje soviético, que aludía en principio a los antiguos terratenientes del Imperio ruso, luego a los agricultores y campesinos propios de la URSS que poseían propiedades y contrataban a trabajadores. Posteriormente, el término fue utilizado para todos los deportados, condenados y opositores a la colectivización (NdT)]. En total, fueron muchos millones de personas, ya que en aquellos tiempos en cada familia había unos 7-9 niños. ¡Y ahora, por voluntad ajena, los campesinos más esforzados se enviaban a la Siberia, tras la aristocracia y la nobleza! Y de nuevo, tiraban a la gente literalmente, en medio de la taiga virgen prácticamente desprovistos de ropa de abrigo, facilitándoles a toda la cuadrilla nada más que algunas palas, hachas y sierras, etc. Aquellos que lograban construir a tiempo refugios, tenían chance de sobrevivir durante el largo y severo invierno siberiano, ¡los demás morían enseguida! Los que sobrevivían al frío, a menudo morían del hambre, puesto que no era nada fácil encontrar el alimento en la taiga, sobre todo sin tener los artefactos y hábitos de caza necesarios. Así que, muy pocos sobrevivieron tan sólo el primer invierno. ¡Pero incluso esta medida no pudo someter al campesinado; sólo unos pocos asustados “voluntariamente” entraron en las granjas de explotación colectiva, mientras que la aplastante mayoría manifestaba su “insensatez” social! Los campesinos se negaban rotundamente a devolver sus tierras – y, como demostró el futuro – tenían mucha razón al negarse… ¡No querían los campesinos ceder sus caballos, vacas y ovejas a las granjas colectivas donde prácticamente nada les pertenecía; donde ellos se convertían en los esclavos carentes de derechos, esclavos hasta tal punto, que el reciente régimen de servidumbre a muchos parecería un juego inocente! La solución encontrada a este problema por el gobierno soviético fue muy simple. ¡A las zonas rurales fueron enviados los regimientos de “prodrazverska” [Prodrazverstka, es un término soviético – abreviatura del sintagma ruso “prodovólstvennaya razvérstka” traducido como, “distribución de alimentos” – empezó a emplearse en las primeras décadas del siglo XX en la URSS y determinaba el sistema de medidas estatales adoptadas durante los períodos de crisis militar y económico, en relación con la producción agrícola del país (NdT)] que saquearon las haciendas campesinas, quitándoles absolutamente todo, incluyendo el grano guardado para la próxima siembra! El motivo con el que explicaron dichas acciones era la hambruna que empezó en las ciudades, también organizada por ellos mismos, al no permitir la entrada a estas ciudades de campesinos con la producción de sus alimentos. Cereales y otras provisiones que el gobierno soviético forzosamente quitó a los campesinos fueron lanzados a la bolsa agrícola de Nueva York, prácticamente por unos centavos, lo que además obligó a los granjeros norteamericanos a tirar su trigo al océano porque nadie quiso pagar por su cosecha un precio normal. ¡Como resultado de esta operación, en la parte occidental de la Unión Soviética morían de hambre, durante el invierno, veinte millones de personas! Los habitantes de los principales centros agrícolas del Imperio Ruso fueron condenados a morir de hambre, acordonados por las huestes del Ejército Rojo dirigidas por el comandante soviético Vasili Blücher (1889-1938). El Ejército Rojo que “heroicamente” prohibía a los campesinos abandonar las regiones acordonadas, empujándoles a morir de hambre. Más tarde, los que lograron sobrevivir, sólo para preservar su vida y la de sus hijos, “voluntariamente” entraron a las granjas colectivas en calidad de esclavos del régimen soviético. ¡Así que en la sucesiva etapa del genocidio en Rusia, la siguiente víctima del régimen soviético fueron más de cuarenta y cinco millones de campesinos! Para aquellos que preguntan que, ¿de dónde salieron esos más de cuarenta y cinco millones?, les recuerdo que, conforme la versión oficial de la Historia de la URSS, en los comienzos de la colectivización, fueron arruinadas cinco millones de haciendas campesinas, declaradas como kulaks. Teniendo en cuenta, que en cada una de estas haciendas vivían como mínimo cinco personas, la cifra ascendería a más de veinte cinco millones de personas. ¡Aun así, son cifras insuficientes porque en el primer cuarto de siglo, las familias campesinas tenían en general 6-8 hijos! El número real de personas víctimas de esta represión fue considerablemente mayor. A ellos, contra cualquier derecho o norma les quitaron a la fuerza todo lo que tenían, igual que lo ocurrido anteriormente con la clase aristócrata y la nobleza. ¡A estos veinte cinco millones de campesinos reprimidos, también se han de sumar los veinte millones de campesinos que murieron de hambre artificial! De este modo, tenemos más de cuarenta y cinco millones de campesinos exterminados por el régimen soviético, sólo durante las primeras décadas de existencia de la URSS. Así es como los bolcheviques-bundistas y otros, que se unieron a ellos, eliminaron a la mayor parte de los campesinos más fuertes y productivos del Imperio Ruso. Al mismo tiempo, continuaba el exterminio de habitantes en las ciudades. En este sentido, los comunistas (bolcheviques-bundistas) comenzaron un trabajo “a conciencia” los años treinta, emprendiendo la “limpieza general” dentro de sus filas, en la que se libraban tanto de las personas que empezaron darse cuenta que fueron engañados, picando el siguiente anzuelo de “libertad y fraternidad”; así como de los seguidores de Leiba Bronshtein (Trotsky), que exigían continuar difundiendo la Revolución por medio de bayonetas rusas, lo que está reflejado en su doctrina de la Revolución Permanente. También se “limpiaron” a conciencia las filas del Ejército Rojo. Todo ello se llevaba a cabo bajo el engaño de de “sabotaje” y “traición a la Patria”. ¡En consecuencia, a las víctimas del genocidio se sumaron unos cinco millones más!... Con el análisis exhaustivo de la situación en el país, se observa la tendencia evidente de buscar cualquier pretexto para eliminar la parte más activa y consciente de su población. Cuando “se agotaban” las personas que se ajustaban a un determinado pretexto para la “lucha contra los enemigos de la nación”, inmediatamente se inventaba el otro, ¡para que no parase la máquina de exterminio del pueblo! En los años cuarenta, el trabajo para esa máquina se colmó con la Gran Guerra Patria, cuando ¡el país perdió más de treinta millones de habitantes! De modo que del 1914 al 1945 – en tan sólo treinta y un años – Rusia perdió: treinta millones, más cuarenta y cinco millones, más cinco millones, más treinta millones; ¡en total ciento diez millones de personas! ¡Si no fuese por el alto crecimiento de la población, en general en las zonas rurales del país durante la primera mitad del siglo XX, el pueblo ruso, como etnia principal de Rusia, estaría exterminado prácticamente en su totalidad! ¡¿No es esa la constatación inequívoca de las palabras pronunciadas por Leiba Bronshtein (Trotsky), refiriéndose a la tiranía sangrienta que derramará tanta sangre de los esclavos blancos, que ante ésta parecerán insignificantes todas las tiranías del pasado!? ¡En efecto, ciento diez millones de personas en sólo tres décadas del siglo XX! Quiero recordar una vez más: la mayoría de las personas exterminadas y fallecidas durante la guerra eran los eslavos, ¡mas entre eslavos, el pueblo ruso! Aunque entre los asesinados y fallecidos en la guerra también estaban los representantes de otras etnias residentes en el territorio del Imperio Ruso, con respecto a la población general de estos pequeños pueblos y naciones, sus víctimas de la guerra y persecución representaban un porcentaje relativamente bajo. ¡Así que, durante dichos años se observa, en primer lugar, el genocidio del pueblo ruso! El genocidio, del que – ni dentro de la Rusia contemporánea, ni tampoco fuera de sus fronteras – nadie habla absolutamente nada. ¡Al contrario: todas las desgracias ocurridas en la URSS y también en Europa son atribuidas precisamente… a los rusos! ¿No es extraño? ¡El pueblo que sufrió más que cualquier otro en todo el mundo del sangriento régimen socialista se le acusa como culpable de lo ocurrido! ¡El pueblo al que dejaron sin la flor de la nación, sin la flor del campesinado, etc.; el que fue prácticamente exterminado en su totalidad lo hacen culpable de todo! ¡Mientras tanto, los verdaderos autores de estos sangrientos crímenes contra la humanidad se declaran como víctimas! ¡Son hechos imposibles de impugnar, independientemente si alguien lo acepte ó no! A la vez, hemos hablado de víctimas directas, ¿y si contáramos los daños colaterales!?... ¡Difícilmente se puede calcular cuántas personas perdió Rusia! ¡Cuántos hijos no nacieron, ni los hijos de estos hijos... de los hombres ejecutados y fallecidos – en su mayoría, rusos – durante la época del gobierno soviético! Hoy en día poca gente sabe que el plan de invasión utilizado por la Alemania nazi para atacar a la URSS se llamaba “Operación Barbarossa” (Unternehmen Barbarossa); curioso nombre para la operación militar porque se traduce del alemán como “bárbaro ruso” (!). ¡Pero aún no lo es todo! Conforme el proyecto de esta operación, en caso de concluirse con éxito la conquista de la URSS, ¡el gobierno alemán planeaba esterilizar al 50% de la población rusa, exterminando al 50% restante! Así pues, esas declaraciones que aparecen últimamente aquí ó allá, lamentando que no ganase la Alemania nazi, aparte de ser vergonzosas y deshonrosas para la buena memoria de nuestros padres y abuelos fallecidos en esta guerra, también son absurdas por su contenido. ¡Porque si la Alemania nazi ganaba, los eslavos orientales – rusos, bielorrusos y ucranianos – hace tiempo que no existirían sobre la faz de la Midgard-Tierra! Pero lo más curioso es que, tanto detrás de Leiba Bronshtein (Trotsky) y Cía., así como detrás de la Alemania nazi estaban las mismas personas: Jacob Schiff y Cía. Tanto a los unos, como a los otros se les planteaba el mismo objetivo: la exterminación física integral precisamente de los rusos, bielorrusos y ucranianos. Tanto unos como otros cumplían este objetivo con particular entusiasmo y ardor; jamás en el pasado tuvo lugar en nuestro planeta Midgard-Tierra un genocidio semejante al que fue organizado contra el pueblo ruso en el siglo XX, pero incluso, al terminarse la Segunda Guerra Mundial el genocidio continuaba, otros millones de hombres fueron arrojados en los campos de concentración. En su mayoría, eran soldados y oficiales rusos que fueron prisioneros de guerra de las cárceles alemanas, donde estaban esperando que llegara la “liberación”, pero prácticamente en cuanto terminó la guerra, fueron enviados a los campos de concentración soviéticos. También, a esos campos de concentración enviaban a la mayor parte de aquellas personas residentes en los territorios de la Unión Soviética, invadidos por los nazis que, contra su voluntad, fueron trasladados a Alemania en calidad de mano de obra para trabajos pesados. Sobre la verdadera relación del gobierno soviético hacia su propio pueblo, de forma muy elocuente habla el hecho de que en la URSS, los alemanes recluidos en los campamentos para los prisioneros de la guerra se mantenían incomparablemente mejor que los propios paisanos. ¡A los soldados del enemigo vencido, que exterminó más de treinta millones de los habitantes de Rusia, el gobierno del país les trataba mejor que a las personas del propio pueblo! Después de la Segunda Guerra Mundial, el proceso del exterminio físico de los habitantes del país se paró bruscamente, parecía que ya se podía bajar la guardia y darse un respiro. Pero… esta calma era una mera apariencia. En los “libres” años sesenta a la gente no se le podía exterminar abiertamente; era muy difícil de inventar un motivo contundente para realizar matanzas colectivas de la propia población. ¡Aunque sin las matanzas, el pueblo tenía problemas de sobra! Todo el territorio europeo del país estaba en ruinas: falta de viviendas, falta de alimentos, etc., etc., etc. Sólo estas desgracias serían más que suficientes para que cualquier otro pueblo jamás se levantara de la caída… Pero a pesar de esto, por segunda vez en el propio siglo, el país resucitó de sus cenizas a manos de este pueblo, al que tantos injurian y menosprecian, tachan de vago, tosco, bruto, etc. ¡Mientras, se ha de tener en cuenta, que el proceso de restauración de la Unión Soviética transcurría en el aislamiento absoluto que comenzó con la Guerra Fría! Privándose prácticamente de todo, las personas levantaban el país de los escombros, aun creyendo en las pancartas de la justicia, igualdad, fraternidad…, sin saber que aún en el siglo VI, del mismo anzuelo picaron los antiguos persas. Tampoco sabían qué sucedió consecuentemente: el pueblo persa fue saqueado, despojado, la mayoría fue asesinada, mientras que el resto hasta el día de hoy sigue esperando por la “justicia, igualdad, fraternidad”… ¡Pues sólo aprovechando la ignorancia de las masas, los parásitos sociales logran estafar un pueblo tras otro! ¡Justamente por esta razón, la falsificación del pasado real de la humanidad se convierte en uno de los principales instrumentos de influencia, el modus operandi de los parásitos sociales! Así pues, cuando parecía que al fin el pueblo ruso podía empezar a respirar tranquilamente, eso no fue más que una ilusión, lejos de transformarse en realidad. En la época de Nikita Khrushchov [Nikita Sergéevich Khrushchóv, fue el máximo dirigente de la URSS entre los 1953-1964], los bolcheviques-bundistas, que desde hacía tiempo habían pasado a llamarse comunistas, definitivamente remataron la base agrícola del país. Agrupados en las granjas colectivas, los campesinos fueron los auténticos esclavos del gobierno soviético; lo único que distinguía las granjas colectivas de los campos de la concentración era la ausencia del alambre de púas alrededor de las granjas. Las autoridades soviéticas prohibían a los Selsoviéts [ó Consejos Soviéticos Rurals, fueron las unidad del gobierno administrativa-territorial en las zonas rurales durante la época de la URSS en Rusia] proporcionar pasaportes a los campesinos. Teóricamente, cualquier ciudadano tenía derecho a solicitar el pasaporte, pero en realidad… los Selsoviéts otorgaban los pasaportes a un número muy reducido de campesinos “afortunados”. Así que, las personas vinculadas a las granjas colectivas eran los auténticos esclavos de los dirigentes soviéticos, aunque… igual que el resto de los ciudadanos, a única diferencia que los que habitaban en las ciudades tenían la ilusión de vivir en la “libertad”, mientras que los campesinos no se alimentaban ni siquiera de este sueño. Por su durísimo trabajo en las granjas, cuyo valor se calculaba por unidades, denominados trudodién [traducido del ruso literalmente: trabajo-al-día, unidad de medida que determina y contabiliza la cantidad y calidad del trabajo realizado por un campesino en la producción de la granja colectiva en la URSS durante el período 1930 – 1966 (NdT)], los campesinos recibían, por un lado míseros centavos que apenas alcanzaban para abastecerse de clavos, keroseno… en fin, lo más imprescindible, sin lo que, resultaba imposible sobrevivir… el resto de la retribución por su trabajo los campesinos lo recibían en especie: por ejemplo, con cereales, con pipas de girasol, etc. Sobrevivían los campesinos en las granjas colectivas porque criaban en sus huertos algunos animales domésticos: vacas, cerdos, ovejas, gallinas, patos, gansos, etc., cultivaban árboles frutales: manzanos, perales… Pero un buen día – el que para mucha gente resultó ser para nada “bueno” – Nikita Khrushchóv proclamó que a partir de ese momento cada campesino-granjero, al considerarse como un “pequeño propietario”, debía aportar al Estado… ¡la contribución en metálico por todas sus posesiones! ¡Por cada gallina, por cada pato, por cada ganso… eso sin hablar ya de las vacas, cerdos y ovejas! ¡La gente tenía que reembolsar el dinero por cada arbusto de grosella o uva crispa, por cada mata de frambuesa, por cada arbolito frutal! ¡Pero casi nadie tenía el dinero! Los afortunados poseedores de los pasaportes gozaban de la posibilidad de llevarse los frutos de su trabajo a las ciudades para venderlos en el mercado y así pagar el absurdo impuesto, pero la mayoría aplastante de los campesinos no podía hacer lo mismo, ya que al pararles y constatar la ausencia del pasaporte, la milicia les retornaba de vuelta a la “querida” granja. Eso condujo a que se arrancaran de cuajo los árboles frutales y los arbustos de grosella, se cortaran las matas de frambuesa; se degollaran las ovejas, los cerdos, las gallinas, los patos, los gansos… porque no hubo dinero para pagar el impuesto por cada animal doméstico. ¡Muchas familias ni siquiera podían permitirse quedarse con la vaca, de la que se alimentaba toda la familia! Éste fue el resultado de la innovación impuesta por los dirigentes soviéticos. Como resultado de estas reformas, ya durante el gobierno de Leoníd Brézhnev [Leoníd Brézhnev, dirigente de la URSS en el período 1964-1982 (NdT)] los campesinos empezaron a comprar en las ventas estatales incluso el pan, ¡aunque hacía muy poco tiempo atrás cada mujer preparaba su propio pan casero! Cada persona sabe lo que hoy está sucediendo en la esfera agraria de nuestro país: todas las empresas agrícolas se encuentran bajo el estricto dominio financiero de los bancos, ¡ya que precisamente los bancos controlan los precios de adquisición de los alimentos a través de sus intermediarios-acaparadores! Estos precios se establecen de modo que las ganancias de la venta, a menudo, ni siquiera cubren los gastos originados en la producción de estos productos alimenticios. Así que los agricultores no disfrutan de los beneficios por su trabajo, incluso son incapaces de devolver los créditos solicitados a los bancos. Al mismo tiempo, estos mismos productos llegan a la mesa del consumidor, a precios mucho más altos que el precio de adquisición inicial, quedándose la enorme diferencia en los bolsillos de los parásitos sociales. ¡En fin… creo que quedó bastante evidente la situación con la población rural del país! Ahora, examinemos otros métodos para exterminar a las personas. Aunque esos no son los métodos de matanza inmediata de la gente; sin embargo, no resultan menos dañinos. Los métodos del genocidio latente son, incluso más peligrosos, por ser invisibles; la mayoría de las personas ni siquiera sospecha en qué consisten estos métodos, ni tampoco prevén el resultado al que conducen. Empecemos por uno de los más “antiguos” métodos para organizar el exterminio de las personas de forma invisible, esto es, el alcoholismo. Antes de la introducción del cristianismo, en Rusia los hombres bebían alcohol solamente en tres ocasiones: al nacer un hijo; al derrotar al enemigo y cuando alguien fallecía, pero se bebía en cantidades muy moderadas; ni en las honras fúnebres, ni festejando el nacimiento del hijo la gente se emborrachaba. Únicamente en las celebraciones organizadas en honor a la victoria sobre el enemigo, los guerreros se permitían a sí mismos beber un poco más, pero su bebida, llamada medovúkha [Medovúkha, fue la bebida tradicional eslava, preparada a base de miel que contenía bajo grado de alcohol (NdT)], contenía muy poco alcohol y nadie jamás bebió otra cosa. El caso es que la estructura de las moléculas de alcohol etílico que contenía medovúkha era muy similar a las moléculas del alcohol etílico producido en el organismo del ser humano como el producto intermedio de la cadena metabólica y, por ello, no influía en el organismo de forma tan nociva, como lo está haciendo el vodka y las demás bebidas alcohólicas, sobre todo, teniendo en cuenta que la gente bebía realmente muy poco. Por primera vez, el vodka llegó a los territorios europeos de Rusia en 1428 e ¡inmediatamente la prohibieron! Sólo a mediados del siglo XVI, el vodka fue traído a Rusia nuevamente y la primera taberna que puso vodka para la venta al público apareció en Moscú en los tiempos del gobierno de Iván IV. Por entonces, esa era la única taberna de este tipo y se llamaba “La taberna del Zar”. Además, la comparecencia en los lugares públicos en estado ebrio se penalizaba con una multa, y el malhechor se enviaba a la cárcel hasta que se le quitara su borrachera. Pero solamente durante el mandato de Pedro I, el vodka comienza a distribuirse a todas partes. Para llenar la tesorería del Estado, que se secaba velozmente, Pedro I establece varios impuestos. Precisamente él, que trajo el vodka de Suecia, instituyendo el monopolio del Estado sobre su comercialización; se vendía en las tabernas y los bares estatales, en las estaciones para descanso de viajeros y cambio de caballos en los caminos interurbanos. Si antes de la dinastía Romanov beber alcohol en Rusia se consideraba un vicio, precisamente Pedro I comenzó a inculcar a los rusos este hábito maligno, promoviendo una amplia propaganda sobre el alcohol y su propio ejemplo, animando a la gente a emborracharse. El monopolio del vodka atraía ganancias desorbitantes para el Estado, lo que satisfacía las necesidades de su jerarca porque el dinero pagado por la tesorería imperial, rápidamente y con la mínima inversión, se reintegraba de nuevo a sus caudales. En los tiempos soviéticos, los bolcheviques “multiplicaron” la experiencia de Pedro “el Grande”, estableciendo el vodka como divisa líquida, lo que les permitía estafar a las personas, quitándoles aquellos míseros centavos que se les pagaba como salario… ¡Pero incluso durante la época de Pedro I, la conocida “Petrovskaya” vodka tenía tan sólo… 14 grados de alcohol! ¡Así que, la idea sobre el perenne alcoholismo como característica propia de los rusos no es más que otra mentira, inventada para deshonrar al pueblo ruso! El hábito muy activo de los rusos a las bebidas alcohólicas fuertes comenzó sólo después de la Revolución de 1917, cuando el culto a la embriaguez se inculcaba usando todos los medios accesibles en aquella época. Uno de los principales motivos de esta imposición reside en el hecho de que el hombre bajo los efectos del alcohol es fácil de manipular a través de psi-influencia porque el alcohol destruye la protección natural del organismo del ser humano. ¡Pero esto aún no lo es todo! Porque el alcohol, aparte de destrozar la salud y el psíquico de la persona que lo consume, también altera su genética. Está demostrado que cuando el consumo de alcohol etílico alcanza los 8-9 litros por habitante al año, ocurren transformaciones genéticas irreversibles. Actualmente, el consumo de alcohol en Rusia… ¡supera los 18 litros al año! Así los parásitos sociales convirtieron el alcohol en el arma genética. ¡Pero lo más espeluznante de esta situación, es que las personas coaccionadas por la programación neurolingüística, “voluntariamente” se matan a sí mismos, a sus futuros hijos y a la etnia en general! ¡Pero esto aún no lo es todo! ¡Activamente, se distribuyen y se propagan – en primer lugar entre los jóvenes – las drogas que no sólo arrebatan el futuro de la nación, sino que destruyen su presente! ¡Pero esto aún no lo es todo! Todos los paritorios de la Federación Rusa están infectados por una bacteria, conocida como Staphylococcus aureus. Cuando el niño recién nacido empieza a respirar, durante los tres primeros días de vida, las esporas de esta bacteria entran por los conductos nasofaringe, alcanzando el líquido cefalorraquídeo. Luego, la infección producida por el Staphylococcus comienza su acción, destructiva para el sistema inmune del organismo humano. Como consecuencia, la respuesta inmunitaria de la persona se debilita y se desarrollan un grupo de enfermedades: del sistema genitourinario, de los pulmones, del corazón, surgen determinadas disfunciones cerebrales, la pérdida de la visión, etc. Además, aparte de los recién nacidos en paritorios, con esta bacteria se infectan todas aquellas personas que visitan las clínicas y hospitales. Con esta plaga están contaminados todos los centros de salud, aunque los médicos saben perfectamente qué es en realidad el Staphylococcus aureus y saben también, que si un paritorio está infectado por esta bacteria, nada es capaz de eliminarla, incluyendo el tratamiento de los habitáculos con rayos ultravioletas y que la única salida de esta situación es la demolición completa del edificio. ¡Pero esto aún no lo es todo! Al destruir la base agrícola, los parásitos sociales de forma muy intensiva tratan de imponer – también a Rusia, aparte de otros países – la compra y la producción de los organismos transgénicos. Los productos alimenticios, elaborados con plantas y animales de este tipo, son auténticas armas genéticas. Aparentemente, estos productos en nada se diferencian de los naturales, pero en eso exactamente reside su particular peligro: el pan tiene pinta de pan, la carne parece ser carne normal, las frutas y hortalizas aparentan incluso ser mejores que las naturales; en el sabor tampoco hay mucha diferencia… No obstante, los productos genéticamente modificados presentan importantes discrepancias a nivel genético. Los cromosomas de estos organismos llevan incorporados en su estructura los segmentos de otros organismos vegetales y animales, y no solamente eso. Dichas alteraciones genéticas en las plantas y animales, de lo que no suelen hablar, causan en el organismo de la persona que los consume transfiguraciones genéticas irreversibles, que conducen a la completa esterilidad en la tercera generación. Sin embargo, apenas unos meses atrás en los laboratorios de USA fueron creados otros organismos genéticamente modificados (GMO), cuyo consumo causa la esterilidad ya en la primera generación de las personas. Es decir, si los jóvenes de hoy se alimentan de productos elaborados con este nuevo tipo de GMO, ¡todos ellos serán estériles! Además, el arma genética está diseñada de modo, que los alimentos modificados genéticamente puedan causar la esterilidad selectiva de una determinada nación ó nacionalidad en concreto. ¡Así que es eso lo que están tratando de sugerir a Rusia los parásitos sociales! A la vista está, que se calmarían los parásitos sociales sólo en caso de exterminar a raíz el pueblo ruso y otros pueblos autóctonos de Rusia. ¡Porque precisamente el pueblo ruso es la causa de sus miedos más profundos! Durante la Segunda Guerra Mundial no pudo llevarse a cabo el exterminio en pleno de los eslavos y, en primer lugar, a los rusos. Recuerdo, que según el plan de la operación “Barbarossa” (bárbaro ruso) de Adolfo Hitler, después de la desintegración de la Unión Soviética, se planificaba exterminar al cincuenta por ciento de sus habitantes, esterilizando el otro cincuenta por ciento. Entonces, los planes de los parásitos sociales fracasaron, pero aún frenándolos, Rusia pagó con treinta millones de vidas humanas. ¡Sin embargo, como vemos, los parásitos sociales no renunciaron a su idea! Ya que ahora ellos no pueden eliminar al pueblo ruso con armas físicas, lo están haciendo por medio del arma genética, utilizando el método más cruel y sucio que se puede imaginar: ¡convertir en arma los productos alimenticios! En principio, por medio de sus artimañas se organiza la hambruna artificial; luego, se traen a los niños los alimentos manipulados genéticamente, “salvándolos” de la muerte por hambre. ¡Lo más asqueroso del asunto, es que ni los niños hambrientos, ni sus padres comprenderán que esta comida es mortífera! ¡Intenten explicarlo a las madres, cuyos hijos tienen hambre, cuando no hay otros alimentos distintos a los transgénicos, a la vez que éstos en nada se diferencian de los normales! ¡Pero esto aún no lo es todo! Los parásitos sociales tratan de exterminar a la población de Rusia también a través de la vacunación, supuestamente “protegiéndolos” de las graves infecciones. Primeramente, los medios de comunicación masiva provocan la psicosis a la gente en todo el mundo; acto seguido, las autoridades, jugando con el miedo de algunas personas y empleando distintas amenazas, obligan a la gente que se vacune. Como un ejemplo evidente de este tipo de psicosis masiva, sirve el caso de la gripe porcina. Recordemos: antes de comenzar el proceso de vacunación contra esta enfermedad, en Rusia no se registró ninguna muerte a causa de ésta; sólo después de la vacunación empezaron a morir personas, pero lo que más llama la atención de todo este asunto es que la vacuna contra el virus de la gripe porcina apareció prácticamente al mismo tiempo que el virus porcino en cuestión. Esto resulta sorprendente, porque el virus de la gripe muta dos veces al año, mientras que la preparación de la vacuna contra una determinada cepa del virus de la gripe lleva unos 4-5 años. Precisamente ésta es la razón por la que en Rusia hace tiempo dejaron de elaborar vacunas antigripales; es decir, mientras los científicos preparan la vacuna contra el virus de la gripe de una determinada cepa, este mismo virus muta aproximadamente 8-10 veces y por eso la vacuna elaborada, para el momento en que estará lista, ya no será eficaz contra este mismo cultivo de virus. En otras palabras, la vacunación contra la gripe es inútil. Pero ahora viene la pregunta: ¿Cómo es que la vacuna contra la gripe porcina apareció casi simultáneamente con el propio virus? La respuesta es muy simple, tanto el cultivo del virus de la gripe porcina, como también la vacuna contra él, ambos fueron fabricados en el mismo laboratorio, del que posteriormente el virus fue puesto en libertad. Se diseñó y se fabricó el virus de la gripe porcina en el laboratorio bacteriológico de Los Ángeles en EE.UU. Al mismo tiempo de poner en libertad el virus de la gripe porcina, en los medios de comunicación masiva de EE.UU. y de Europa Occidental empezaron a difundir una auténtica histeria con relación a este asunto. ¿Para qué fue organizado este espectáculo? Por supuesto, también se han de tener en cuenta los intereses financieros de los monstruos farmacéuticos; no es la primera vez que en sus laboratorios se crean nuevas enfermedades y se propagan, para luego poder ofrecerle al mundo las vacunas y los medicamentos necesarios que “milagrosamente” también son producto de los mismos laboratorios. Pero en el caso de la gripe porcina tenemos algo peor aún: los medios de comunicación masiva por primera vez originan una psicosis semejante, aunque los monstruos farmacéuticos vienen haciendo sus artimañas a lo largo de varias décadas. ¿De qué se trata entonces? El caso es que en esta ocasión no se ha de temer a la gripe porcina, sino a la vacuna contra ésta. La psicosis masiva, provocada por los medios de comunicación, fue organizada para obligar a las personas a vacunarse. El motivo verdadero es que precisamente en la vacuna contra la gripe está el peligro, no en el virus en sí. Precisamente la vacuna contra la gripe porcina es nociva para el ser humano, ya que contiene el virus transformado genéticamente, que produce esterilidad y causa varias enfermedades. Así que la vacunación es el otro método para exterminar a las personas, otra variedad del genocidio invisible. Por supuesto, eso no significa que no se toman las medidas oportunas contra lo expuesto, aunque dichas acciones no transcurren a nivel de los gobiernos. Existen métodos de resistencia contra los actos de los parásitos sociales y también existe la seguridad de que esos métodos resultarán efectivos en la lucha contra genocidios visibles e invisibles, aunque… si las personas continúan cayendo en las provocaciones, algunas víctimas resultarán inevitables. Los parásitos sociales no lograron obtener los resultados deseados por medio de la gripe aviar, aunque este virus también fue elaborado en las laboratorios biológicos militares. Del mismo modo, son pocas las víctimas mortales a causa de la vacunación, ocurrida en Rusia inmediatamente después de la psicosis masiva; así como en el resto del mundo; la falsa epidemia no se propagó, por mucho que lo esperaban los parásitos sociales. Pero esto no significa que todo está solucionado y que ahora, se puede bajar la guardia. Los parásitos sociales siguen intentando ocasionar el hambre artificial en Rusia, para que los alimentos transgénicos exterminen al pueblo ruso y otras naciones autóctonas de Rusia. Ellos no se calmarán mientas en nuestra tierra perdure el mismo espíritu ruso. Por supuesto, la resistencia a los parásitos sociales existía siempre y justamente debido a esta resistencia, no se logró exterminar al pueblo ruso y a otros pueblos autóctonos de Rusia, a pesar de las incalculables pérdidas humanas. Durante los últimos veinticinco años, las Fuerzas de la Luz lograron oprimir de forma considerable a los siervos de las Fuerzas Oscuras, es decir, – a los parásitos sociales – que sufrieron varias derrotas a distintos niveles. No obstante, ellos todavía tienen fuerzas. Presintiendo su derrota definitiva, los parásitos sociales ya se quitaron los antifaces, que ocultaron sus rostros a lo largo de varios milenios. El 19 de septiembre de 2009, los parásitos sociales emprendieron su última batalla, en la que están condenados al fracaso. Sin embargo, eso no quiere decir que tenemos que relajarnos porque incluso la liebre acorralada, defendiéndose puede ser peligrosa, aunque esta última guerra entre las Fuerzas de la Luz y las Fuerzas Oscuras se adentró a niveles que resultan inalcanzables para los Oscuros. Ellos lo saben, lo comprenden y por ello quieren “dar un portazo” al despedirse, un “portazo” de tal magnitud, “que tiemble el mundo entero”. Pero nadie les permitirá hacerlo y ya lo han notado… No obstante, para que el pueblo ruso y los otros pueblos autóctonos de Rusia se liberen de la esclavitud, es necesario que la gente despierte, que se despierte en nosotros la memoria genética de nuestros antepasados y que se lave de las almas humanas las incrustaciones de la mentalidad eslava, la que nos estaban inculcando durante los últimos mil años. Es la hora de despertar, si no queremos que nuestro sueño se convierta en el sueño eterno. Nikolai Levashov, 22 de noviembre de 2009
Traducido del ruso por Anastasia Sorokina
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