Hoy en día todos estamos viviendo tiempos interesantes, cuando las nociones
científicas aparentemente firmes ya no son capaces de esconder la ignorancia que se esconde tras ellos. ¿Pero
qué ignorancia? – se sorprenderán algunos – ¿de qué ignorancia estamos hablando, si la
sociedad moderna rebosa de la información acerca de los nuevos descubrimientos, fenómenos,
hipótesis, teorías y sus aplicaciones prácticas?
En primer lugar, tenemos que definir y distinguir dos nociones: “la información” y “el
conocimiento”. Aunque muchos podrán objetar diciendo que son palabras sinónimas y que no es
necesario dar vueltas a la noria. La semejanza de estas dos nociones puede confundir a primera vista, pero si nos detendremos
y pensaremos un poco sobre lo que significan estas voces – como también el sinfín de otras palabras que
empleamos a diario – entonces nuestra reacción será, al menos el asombro… Todos hemos olvidado que
cualquier palabra tiene su propio y único significado, aparte del sonido – a este tema ya volveremos en otra
ocasión – mientras que ahora descubrimos el significado de las palabras “información” y “conocimiento”.
La información es un mensaje sobre los procesos que transcurren alrededor o dentro de
nosotros, el que estamos percibiendo a través de nuestros órganos sensoriales.
El conocimiento es la asimilación y la comprensión de lo que ocurre alrededor o
dentro de nosotros. Parece una discrepancia insignificante, pero es sólo a primera vista. En realidad estas nociones
se diferencian igual que el cielo de la tierra.
El conocimiento no es otra cosa que la información sobre los que transcurre tanto en el exterior
como también en nuestro interior, percibida a través de nuestros órganos sensoriales y, luego,
asimilada y comprendida por nosotros. La civilización contemporánea acumuló una cantidad inmensa de información sobre los distintos procesos, mientras que, desgraciadamente, su asimilación y comprensión prácticamente no se produjo.
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